Las termitas de Formosa (Coptotermes formosanus), termitas subterráneas originarias del este de Asia, ya se han extendido por todo el mundo. En un reciente estudio en el que se valoran las especies de insectos invasores más dañinos del planeta sitúa a esta especie en la parte alta de la clasificación. Se calcula que provoca pérdidas de 27.000 millones de euros al año. Lo cierto es que el estudio se basa en datos previos obtenidos en EE.UU. y Europa, pero se cree que si se tuvieran en cuenta datos de otros continentes, estas cifras aumentarían considerablemente.
Tras las termitas de Formosa se situaría la polilla de la col, que causa graves daños en los cultivos de todo el mundo, cuantificados en unos 4.000 millones de euros. Por tanto mucho menores que los daños producidos por las termitas.
Como hemos comentado anteriormente y en numerosas ocasiones, uno de los principales problemas de la acción de las termitas es su difícil detección. Debido a que las termitas huyen de la luz, devoran la madera desde el interior y habitualmente los daños no son visibles hasta que la madera se encuentra en un estado realmente precario. La madera queda hueca y se hunde cuando es presionado. Por ello el peligro que suponen las termitas para los hogares, así como para el patrimonio histórico.
La estructura de las casas se va debilitando mientras las termitas devoran la madera desde el interior y muchas veces cuando se detecta la presencia de una plaga de termitas los daños son enormes. No solamente hay que afrontar los gastos de un tratamiento para eliminar termitas, sino que además es necesario rehabilitar la estructura de madera de la vivienda.
De igual modo sucede con numerosos retablos y obras de arte, que son devoradas lentamente desde el interior, y cuando los daños comienzan a ser visibles, pueden llegar a estar muy degradados.