Una de las formas más habituales de detectar termitas por visión directa se produce cuando se forma la enjambrazón, una especie de nube formada por termitas aladas reproductoras que salen volando al exterior cuando se dan las condiciones internas y externas en el termitero. Las termitas aladas o reproductoras son periódicamente producidas en gran número, a veces millones, abandonando el nido comunal en un éxodo masivo, pareciendo una densa nube de humo cuando se elevan en vuelo.
Dispersión de las termitas
El erróneo nombre con que en ocasiones se denominan esas nubes, «enjambres de apareamiento», proviene de la idea equivocada de que, como las abejas melíferas y las hormigas, los machos y hembras de las termitas se aparean durante la enjambrazón. El apareamiento no tiene lugar en realidad hasta bastante después; la función principal del enjambre es la dispersión de los individuos sexuados para la fundación de nuevas colonias.
El vuelo de las termitas es débil y revoloteante debido a la carencia de adecuados músculos en las alas y de ningún aparato para acoplar y coordinar las alas frontal y posterior de cada lado; sin embargo son a menudo transportadas a distancias considerables ayudadas por las corrientes de aire. En estas ocasiones son seriamente asediadas por innumerables enemigos: aves, murciélagos, lagartos e insectos rapaces, que se reúnen para aprovecharse de la oportunidad. Muchas quedan atrapadas en telarañas. Incluso se ha visto cómo libélulas devoran el abdomen de las termitas (el bocado más exquisito) de un ágil mordisco, dejando caer el resto todavía debatiéndose.
Las miríadas de individuos que forman un enjambre son diezmados, pero su número es tan grande que algunos millares consiguen sobrevivir a los primeros riesgos de la colonización.
Fin de la enjambrazón
De pronto las termitas dejan de corresponder a los estímulos de la luz y otros factores que les hacen volar lejos y hacia lo alto desde la colonia, y caen al suelo. Casi inmediatamente se desprenden de las alas, que quizá sólo les han servido para unos breves momentos de vuelo. Consiguen tal cosa arqueando fuertemente el cuerpo para oprimir las puntas de las alas hacia atrás contra el suelo, o a veces retorciéndose y frotándolas contra objetos duros. Grandes montones de alas rotas señalan el final de una enjambrazón.
Apareamiento de las termitas
Entonces empieza el apareamiento, al escabullirse activamente machos y hembras por los alrededores. Llega el momento, al encontrarse los machos con las hembras, a las que siguen estrechamente, en que cada pareja dirige su atención hacia la construcción del hogar. En la mayoría de las especies esto empieza encontrando una grieta adecuada en el suelo o en la madera podrida y húmeda, pero en las especies que prefieren la madera seca, la pareja, que podemos llamar prometida pero aún no casada, perfora laboriosamente una pequeña celda en sólida madera. Hasta que no han encontrado o preparado una cavidad adecuada y están encerrados con seguridad en ella, cosa que a veces lleva varias semanas, no se aparean realmente. Entre las flemáticas termitas, nada de complacencias prematuras ni de descuidados arrebatos: el negocio es lo primero . Todo muy práctico y muy prosaico.